Dos hogares, una tierra compartida. Un lugar para quedarse.

Hay propiedades que se presentan como refugios, pero solo unas pocas lo son de verdad. Esta finca en el corazón de Palau Solità i Plegamans guarda algo que no se fabrica: el tiempo.

Un tiempo detenido entre muros que han visto crecer familias, entre suelos de piedra, tejados antiguos y estancias que aún huelen a historia. Pero también un tiempo que puede comenzar de nuevo. Porque aquí, entre caminos de tierra y vistas despejadas, se esconde la posibilidad de reinventar la vida.

Esta es una finca con alma rústica y corazón urbano. Y también es dos casas. Dos hogares que pueden convivir, complementarse o dar cabida a sueños distintos.

Dos viviendas. Una historia que se bifurca.

La primera casa, construida en 1920, conserva su estructura original y un carácter auténtico que la hace única. Se alza con humildad sobre unos 100 m², y en su interior acoge seis habitaciones, dos salas adicionales, dos baños, cocina independiente con chimenea y un comedor que parece hecho para los inviernos largos y las sobremesas lentas. Necesita reforma, sí. Pero también espera a alguien que sepa mirar más allá del desgaste y entender el alma de los espacios vividos.

La segunda vivienda es más reciente, del año 1990, y está lista para habitar. Con unos 160 m² distribuidos en dos plantas, ofrece cinco habitaciones, salón-comedor, cocina independiente, baño, aseo y garaje. Práctica, luminosa y funcional, es perfecta para vivir mientras se transforma el resto, o para acoger a otra parte de la familia.

Y entre ambas, la tierra. Los exteriores suman 7.137 m² de suelo rústico, salpicados de antiguos almacenes, cuadras, una balsa de regadío y dos pozos de agua. Un espacio que respira campo, aunque estés en el corazón de un pueblo.

Un entorno que no exige elegir

Palau Solità i Plegamans es uno de esos lugares que no se deja encasillar. No es solo pueblo ni solo ciudad dormitorio. Tiene servicios, cultura, vida escolar y comercial, pero también caminos de tierra, rutas verdes y una identidad que ha resistido al crecimiento urbano.

Apenas a 25 kilómetros de Barcelona (unos 15 minutos por carretera), este municipio del Vallès Occidental está bien conectado con las principales vías de acceso, transporte público y nudos logísticos. Eso lo hace perfecto para quienes trabajan en la ciudad pero necesitan respirar más profundo al volver a casa.

La finca está situada en zona céntrica y accesible, cerca del ayuntamiento, de los comercios locales y de los colegios. Todo lo esencial está cerca, pero aquí todo se siente lejos del ruido.

Lo que puede ser 

Esta propiedad invita a imaginar. A convivir con otras generaciones, a crear un taller, un estudio, un hogar doble, un refugio.

Adecuada para actividades agrícolas (La compatibilidad de estas actividades agrícolas o productivas deberá valorarse según normativa municipal y planeamiento vigente).  El perfil ideal es alguien que valore el contacto con la tierra desde un lugar doméstico, sostenible y silencioso: huerto ecológico, jardín silvestre, espacio de meditación, juego o contemplación. Nada más. Nada menos.

El lujo de tener tierra propia

En tiempos de prisa, esta finca propone otra cosa: pausa. Conexión. Raíces. No es una casa de escaparate, ni un producto especulativo. Es un lugar para quedarse. Para sembrar algo más que reformas.

Y si quieres recorrerla desde casa, te dejamos aquí un paseo más visual, donde el alma de esta finca también se deja ver:

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